sábado, 12 de marzo de 2011

Mil palabras

Una vez, la noche y las estrellas eran la noche y las estrellas. La noche era valiente, porque era oscura, y las estrellas eran sus ojos que me perseguían.
Pero desde que Jorge Amado dijo que la noche prendía estrellas por miedo a la oscuridad, para mí ya no fueron las mismas, ni la noche ni las estrellas, aunque seguí llamando estrellas a las estrellas y noche a la noche.


Una vez, un pájaro era, en una rama, sólo un pájaro, y la rama su soporte.
Pero cuando Pedro Salinas escribió:
"sentir la turbulencia
como siente la rama
donde el ave se posa
el ardor de volar",
las ramas fueron para mí seres llenos de vida, que desean conocer qué siente el ave cada vez que atraviesa el cielo.
Unas veces, como ésas, creo sentir en el cuerpo cómo las palabras trasnforman el mundo.

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