domingo, 31 de octubre de 2010

Juan y Pedro (o La polarización social)

Juan había nacido lindo.
Pedro no.
Pedro era feo.
O así, principalmente, se veía él.
Juan, como decía, había nacido lindo. La belleza tiene esa cosa de atributo natural que la hace un poco injusta. Ni pensaba Juan en qué hubiera sido de él sin su buen aspecto, ni temía perderlo y de hecho la mayor parte del tiempo se olvidaba de que así era.
Ellos no se conocían entre sí, pero abundan Juanes y Pedros por el mundo entero y la vida ya los había puesto a cada uno en contacto con algún ejemplar del otro grupo.
Pedro más de una vez había sido rechazado en un boliche que sólo aceptaba juanes. Había visto también a la chica que le gustaba de la mano de un Juan (un Don Juan en ese caso) y había perdido trabajos para los que se sabía preparado y que inexplicablemente conseguía el Juan que estaba en la fila, justo atrás suyo.
Producto de estos encuentros se fue gestando en Pedro un cierto sentimiento de bronca hacia los juanes en general.
Cómo no iba a conocer algún juan si compraba la ropa que le quedaba tan bien a ése de la publicidad y también tomaba la gaseosa que hacía que ese otro se viera tan masculino y seductor.
-Que los juanes se vayan a cagar - pensaba.
Juan, por su parte, no tenía nada contra los pedros. Tenía incluso un amigo Pedro. (Que en realidad era más bien un compañero de laburo, pero servía de excusa y de reaseguro de conciencia cuando sentía culpa por su juanidad...). Sin embargo en algún momento Juan notó que ser juan era motivo de mucha envidia por parte de algunos pedros. Sintió el empujón innecesario en más de una oportunidad, la risa burlona ante el menor tropezón, la felicidad frente a un mal corte de pelo.
Llegaron a sus oídos montones de atentados cometidos por pedros. Muchos juanes habían sido maltratados, secuestrados y encontrados teñidos, desprolijos y en los casos más graves hasta mutilados o con cortes en el cuerpo.
Por lo visto no era broma.
Y el Juan de nuestro cuento empezó a temerle a los pedros, incluso a pesar suyo. Porque la verdad es que disfrutaba de los contactos ocasionales en los que se cruzaba con alguno y, miedos y broncas aparte, podían intercambiar algunas frases, quejarse del mismo clima, insultar al mismo político o caminar la misma cuadra. Por lo menos por un rato. Hasta que él empezaba a sentir, o quizás imaginar, la mirada de implícito juicio y reprimida envidia en los ojos de su interlocutor y elegía alejarse y seguir su camino. ...no sea cosa que... Aunque parecía que no, no?...pero...nunca se sabe..
Y a Pedro también le gustaba cuando de vez en cuando el encuentro se daba. Por lo menos hasta que le reaparecía la bronca sin querer queriendo y entonces no podía evitar el sentimiento de “qué hijo de puta este juan de mierda”. Sobre todo cuando se daba cuenta de que durante la charla Juan a propósito se hacía el despeinado y se arrugaba disimuladamente la camisa. Como si eso escondiera su belleza... por favor!
La realidad es que Juan y Pedro no tenían en común más que lo que tenía Juan con otros juanes y Pedro con otros pedros. Tampoco menos. La verdad es que de haber sido posible un encuentro sincero entre ellos dos, dentro de las posibilidades está el que eligieran no compartir nuevos encuentros. Tal como le había pasado a Juan con otros juanes y a Pedro con otros pedros.
De haber sido posible un encuentro cercano entre ellos, seguramente hubieran aprendido mucho uno del otro. Como siempre que uno se encuentra con un otro distinto a uno. Como muchas veces no se permitió Juan con otros juanes, ni Pedro con otros pedros.
Quizás Juan y Pedro, los del cuento, no se conocieron porque no se intrigaron, ni se atrajeron, ni se necesitaron, ni se sirvieron, ni se golpearon por descuido o “se te cayó esto, diculpame” y “no, por favor, muy amable”.
Yo pensaba lo mismo.
Pero resulta que fuera del cuento (cuando Juan abandona su personaje y vuelve a ser Marcelo, y Pedro se saca el disfraz para ser de nuevo Ricardo) desde hace años que ellos dos son grandes amigos.
Entonces me di cuenta. Lo que los separaba era otra cosa.

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